Decía Ramón María del Valle Inclán en “ Luces de Bohemia” que "en España el mérito no se premia, se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo." Esta cita viene más que nunca a colación con la fallida designación por parte del Gobierno en funciones del exministro José Manuel Soria para ocupar un alto cargo en el Banco Mundial, remunerado con 226.500 € al año.
Sorprende que haya que recordar a estas alturas que las infraestructuras son un factor clave en la economía de cualquier país y que contribuyen de forma determinante a la competitividad del sistema productivo y, a la vez, al bienestar y la estabilidad social. Tampoco debería ser necesario volver a explicar que en épocas de crisis, como la que seguimos viviendo, la inversión en infraestructuras tiene un efecto anticíclico, que contribuiría, sin lugar a dudas, a aminorar los efectos de la crisis.
Este año hemos cumplido el 25º Aniversario de la firma, el 10 de abril de 1992, del I Convenio General de la Construcción, ese gran acuerdo sectorial que vino a “dignificar el sector productivo de la construcción en nuestro país”, en palabras del entonces secretario general de la Federación Estatal de la Madera, Construcción y Afines de UGT (FEMCA-UGT), Manuel Garnacho. El convenio permitió derogar la vieja ordenanza laboral franquista, que databa de 1970, e inauguró un largo periodo de diálogo, negociación y paritarismo que, hace veinticinco años, constituía una práctica impensable en nuestros sectores económicos.